A propósito de las ideas estéticas de Adolfo Couve.

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Un príncipe en el exilio
    He leído con especial agrado el breve ensayo de Rodrígo Zúñiga sobre el itinerario estético de Adolfo Couve; una de sus propuestas más audaces es sostener que la obra literaria del artista es pintura con otros medios. La escritura sería un modo de pintar con las palabras. Zúñiga refiere a ello como un proceso quiasmático, un cruce que va de la pintura a la escritura, de lo que no estamos seguro es del tránsito inverso. Esta huida creativa, resultado de la irrupción de la fotografía que viene a disputarle, a juicio de Couve, su hegemonía sobre la visualidad. Ello explica aquellas sentencias tan categóricas del artista cuando insistía en el fin de la pintura con la obra de Cézanne. Couve no hace más que radicalizar lo aprendido junto a sus maestros Burchard y Eguiluz que Zúñiga destaca con agudeza. Zúñiga toma distancia del juicio tan lapidario a la fotografía.
 
    Couve, desde una perspectiva de filiación socrática, sostiene que sabemos que no sabemos qué es Latinoamérica. Nuestras limitadas capacidades para comprender a Borges y su lugar en la gran literatura habla de sus intuiciones respecto a su propia obra y su destino. En cierto modo, obra y mundo latinoamericano no advienen en plenitud a eso que están llamados a ser. 
 
    El ensayo de Zúñiga, sin duda, nos permite avizorar aquello que se juega en lo que podemos llamar la obra Couve.

 


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