Carla Mc-kay en Blanco y Negro

El trabajo de Carla Mckay tiene una inmensa cercanía con la producción de Sophie Calle, la artista conceptual francesa. Cuando le pregunté si tenía referencias del trabajo de Calle, constaté que no era parte de sus dominios, es decir, toda cercanía está en el orden de las intuiciones y lo que el viejo Ortega y Gasset llamaba el espíritu de nuestro tiempo, esa cohabitación espiritual que nos hace cercanos. Ello ya es de suyo un muy buen punto de partida. En qué radica esa especial cercanía, diremos que la comparecencia de un especial seguimiento; se trata de una actividad de pesquiza , búsqueda y registro en que el material fotográfico no es sólo certificación de un acontecimiento sino de su itinerancia, desvíos y búsqueda de sujetos en movimiento. La cámara registra sucesivos encuentros, a veces casuales, otros, previamente pactado, como es el registro que ahora comentamos. Se trata de dos fotografías tomadas en Valparaíso a una pareja de jóvenes en el entorno callejero. El revés y el derecho de una experiencia de jóvenes que se instalan en la copia de una copia, en este caso una recreación de La Pietá en el registro estético ineludiblemente latinoamericano, un Cristo en los brazos de su madre, muerto, patitieso, diremos en rigor, exánime, como tierra en barbecho. A la espera que acontezca algo extraordinario. La composición visual no puede sustraerse a esta relación binaria: Madre e hijo, que en La Pietá, es madre de Cristo y el hijo, padre de la madre al mismo tiempo, teológicamente hablando y, por otra, una pareja de jóvenes que no hacen objeto de observación la reproducción que les acompaña, una cierta indiferencia ante la escena que le ofrece el contexto. El deliberado encuadre deja leer una palabra a medias, quizás un nombre, probablemente “Aldunate” y sólo se deja leer “unate” o “dunate”, según sera la foto que obsevemos; si fuese Aldunate , significa “entrada en la sierra”, entonces hablamos de cordillera de poca extensión de montañas escarpadas y de cimas picudas. Hablamos, entonces, de un paisaje escarpado de un lugar difícil de recorrer, como el camino que lleva de la vida a la muerte y quizás de la muerte a un incierto lugar. La entrada en aquella “sierra”, en éste caso la nuestra, como observadores de fotografía, es también acceder a “la verdad del devenir de la conquista de la perspectiva”. No nos resulta casual que frente a la apropiación latinoamericana de La Pietá, sea el registro fotográfico quien comparece en estos quinientos años de evolución en pos de la conquista de la perpectiva que el dispositivo técnico viene a resolver como triunfo de la técnica. Dos jóvenes, desprovisto de todo interés por la doliente recreación de la muerte de Cristo, se dejan asir por el trabajo fotográfico de Mc-kay y ofrecernos su descompromiso con el contexto. En la única instancia en que la jóven se vuelve a la imagen es para arreglar su zapato, nada indica que los embarga una actitud contemplativa, por el contrario, los pies dispuesto sobre la imagen es indicativo de la devaluación del objeto. Nos interesa destacar que si la fotografía es la verdad de aquello que se viene fraguando en el espacio de la bidimensionalidad como ilusión de la profundidad o la mentira del arte, al introducir la profundidad allí donde no la hay, ésta se vuelve la máquina por excelencia del engaño. Recuérdese la disputa respecto a la imposibilidad del arte cristiano católico como “arte religioso” por su carácter mentiroso, en el sentido de lo ilusorio por su incapacidad de autoiluminación. Esa es la disputa con el Arte Bizantino en que lo sagrado se autoilumina negado toda posibilidad de sombra. Si aceptamos esta vía de razonamiento tendremos que asumir que nada del arte cristiano, desde el Renacimiento a nuestros días puede reclamar la condición de Arte Sagrado. Si aceptamos dichas premisas debemos concluir que la fotografía no es más que la tecnologización de la mentira, es decir, su momento más logrado, su momento “más verdadero”, el más mentiroso de todos sus momentos, podemos decir que su realización se identifica con su propio fracaso. Un acercamiento más anécdotico a las imágenes tiene relación justamente con la distorsión de la perpectiva. En el segundo registro fotográfico en que la muchacha abrocha su zapato, la mano del Cristo parece situarse sobre el glúteo izquierdo de ésta, introduciendo una dosis de comicidad a la construcción fotográfica. Cuando le pregunté a la fotógrafa de ese efecto, ella me respondió que aquel disparo fue el menos premeditado de todos, es decir, la composición no fue resultado de un prefabricado fotográfico sino del azar. Pero lo que está en juego nuevamente es la distorsión de la perspectiva, su engañosa construcción, ni Cristo acaricia el glúteo de la muchacha ni ella siente su mano, es decir, una nueva mentira de la fotografía. Es el ojo el que en definitiva construye la ilusoriedad del antes y el después. BIBLIOGRAFIA 1.-http://carla-mckay.artenlinea.com/ 2.https://www.google.cl/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=2&cad=rja&sqi=2&ved=0CDAQFjAB&url=http%3A%2F%2Fwww.perrotin.com%2Fartiste-Sophie_Calle-1.html&ei=zlqzUt-vDsrlsASXpICwDQ&usg=AFQjCNE1COh9Gd2_JY8RUVTzex16pi9M8w 3.-El largo adiós de Sophie Calle | Edición impresa | EL PAÍS elpais.com/diario/2007/.../1191719239_850215.html 4.- Auter, Paul. Leviatán. Décima edición. Septiembre 2006. No es casual que el autor norteamericano agradezca a Sophie Calle, “El autor agradece efusivamente a Sophie Calle que le permitiera mezclar la realidad con la ficción”.

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