La poesía es un atajo.
LA POESIA ES UN ATAJO, LA BURLA DEL SILENCIO.
Comentarios a: La
ciudad un cuerpo de citas y otros poemas
de Jaime Lizama
Acepté
la invitación de mi amigo Jaime Lizama a presentar su libro por dos motivos,
sin duda por la amistad que nos une y, en segundo lugar, por el desafío que
significa pensar sus textos. Digámoslo derechamente, Lizama es un poeta
filósofo, como lo fue Carlos Casanueva en nuestro contexto. Desde el título que
da nombre al poemario da cuenta de su inserción en el corazón del pensamiento
contemporáneo centrado en el cuerpo, desde aquella máxima nietzscheana en que
afirma que “el cuerpo no dice yo, hace yo”, la filosofía se encuentra
entrampada más en el silencio que en la enunciación. La salida por la vía
poética ha sido una suerte de colusión metafísica entre la imposibilidad de la
filosofía y un cuerpo que demanda su
habla. La poesía es un atajo, la burla del silencio.
El
segundo punto que me parece importante indicar, antes de entrar al texto mismo,
es la ciudad como sujeto, como protagonista, no son los individuos lo que
importan sino el modo como la ciudad los vive y los desvive. En tal sentido los
textos lizamianos se emparentan con la
poética kavafiana y la narrativa de Durrell del Cuarteto de Alejandría. El
Santiago de Lizama, no es simplemente un registro urbanístico, se hace
necesario, nos dice el poeta, el arte de la quiromancia, seguir las líneas de
sus manos, para descubrirla, para extraviarse y encontrarse tal vez en una
esquina sin importancia. La idea misma de cita está llena de alusiones
equívocas: como encuentro pactado, como mención, o como comparecencia de un
texto en otro, el texto de Lizama no renuncia a ninguna de ellas. Es una
verdadera casa de citas y con ello no buscamos agravar las cosas sino
simplemente problematizarlas, para decirlo en el lenguaje de Lizama se trata de
/las líneas convulsas del extravío/.
/La
mejor cita es aquella que estuvo a punto de ser/ nos dice el poeta. La plenitud
ontológica de la cita es, justamente, su no realización. Extraña o paradojal
afirmación la del poeta, la expectativa, la potencialidad de la cita es, a
juicio del poeta, el camino a ella, la esperanza de su realización. Cayo Plinio
Cecilio afirmaba que “Lo que no podemos alcanzar, bástenos haberlo deseado”;
eso es ya un indicio de que estamos deseantemente vivos, camino a otra cita, es
decir, a un nuevo extravío. Lizama radicaliza su toma de posición al afirmar
/La mejor cita es aquella que nunca fue, aquella que no llegó ni siquiera a
formularse/ lanzándonos con ello a un lugar imposible, diremos al abismo del
silencio.
El
segundo conjunto de textos lleva por título: Galerías del Centro. Texto
que puede considerarse el más benjaminiano del conjunto, pero no precisamente
por su cercanía al Libro de los pasajes, que es en definitiva un conjunto de
citas, recordemos que la expresión pasaje es también entendida como texto,
trece definiciones refiere la RAE a ella.
El texto lizamiano se acerca más
a Cuadros
de un pensamiento, esas breves reflexiones sobre distintas ciudades y
experiencias que nos revelan un Benjamín cercano y minimalista. Aquí se nos
muestra un Lizama más narrativo inmerso en aquella red laberíntica del centro
de Santiago que es posible recorrerlo como Jonás al interior de las vísceras
del monstruo que lo engulló. Para usar una expresión del propio Lizama, tenemos
que decir que sus escritos, al igual que Nadja y otros textos que hace
comparecer son “poemas sin serlo”.
Lecturas
de vía pública que conforma es el tercer núcleo de texto que conforman
esta breve publicación, aquí Lizama se juega por lo que podríamos llamar sus
filiaciones como lector, diremos La
urdiembre experiencial con la literatura, con aquellos que problematizaron los
márgenes en que la literatura se había situado y que en definitiva abren las
nuevas avenidas de la escritura. Diremos el anverso de la tradición. Lizama
transita por la literatura y la ciudad como si fuera a ninguna parte, hacia una
cita que no precisó sus coordenadas y puso en juego todas las cartas que solo
el azar podía arrojar. La ciudad es una bestia que no traiciona a sus poetas.
No
tengo dudas que Jaime Lizama es el poeta de Santiago, ninguno como él ha
logrado atrapar su poética con mayor agudeza. Lihn, Lemebel y Lizama son la voz
de la ciudad.
Tirso Troncoso
Me interesó mucho el texto y las reflexiones de Tirso acerca del libro de Lizama, poesía de la ciudad de Santiago, que es un tema que he investigado.La voz de la ciudad que nos interpela, las alusiones a Benjamin
ResponderEliminarperfectas y "la cita mejor es la que no fue" se cumple en mi comentario. Gracias, Tirso, vamos en la misma.